Clasificación por edades: + 18 años
Precio: General 12€
(España)
La melancolía del turista es una descomposición de instantes y de objetos por los que se fija en la imaginación la idea de un paraíso. Surge de un trabajo de campo por algunos lugares vacacionales de los que se recuperaron vestigios que hablan del ascenso y caída de esa fantasía mental. ¿Cuántos segundos tarda la confección y la pérdida de un paraíso? La melancolía del turista es una galería de espejismos de lo que queda detrás de la intensidad de un paisaje sublimado que ya no existe o que nunca existió, de un cuerpo que se difumina en el tiempo y que revive sólo a través de residuos de la memoria. Es por eso un cuestionamiento hacia la vida de las imágenes que se producen en nuestra idea de descanso. Pero la melancolía es, también, un estado anímico suspensivo que acompaña la excepción, una fuerza activa que nos lleva hacia el deseo de re-inventar y re-inventarnos en esos lapsos en los que se fractura una inercia de las cosas.
Jomi Oligor, de Hermanos Oligor y Shaday Larios, de Microscopía unen fuerzas como en La máquina de la soledad hace un par de años, para conducir al espectador a través de esas “ceremonias íntimas, delicadas”, que hacen ver “lugares que fueron o trataron de ser paraísos, como Acapulco, y poco a poco se transformaron en fantasmas, comidos por la decadencia, pero sin perder nunca su extraño fulgor”. Esos relatos de aquellos que desafiaban la muerte a cada salto en los acantilados, la aventura de la habanera Guillermina Delis Barrientos, encontrada en otro viaje, que ganaba algunos pesos fumando puros ante las cámaras de los turistas. Toda una “máquina poética” –como bien dice el crítico Marcos Ordóñez- que hace “desfilar fotografías, postales, juguetes, miniaturas, sombras chinescas, y músicas que brotan en susurros, al anochecer, con un poco de fiebre en las sienes. Objetos y medialuces de un verano desaparecido pero eterno: no llegas a saber qué es vivido y qué inventado por ellos”. “Una carpa imaginaria donde tiemblanlos muñecos automáticos bajo la relumbrante luna de pergamino”. Macrohistorias dentro de un micromundo. Un montaje lleno de poesía y del sabor de las cosas pequeñas cosas, de delicadeza envuelta en una atmósfera decadente y llena de luminosidad, la que aporta la verdadera magia; de esas cosas que siempre tienen vida.